Specialized Soil Searching
LA REINA DE BIESCAS
“A Bea le intrigaba más el lado místico del ciclismo de montaña: el alma del sendero”.
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LA REINA DE BIESCAS
“A Bea le intrigaba más el lado místico del ciclismo de montaña: el alma del sendero”.
Esta historia pide a gritos empezar con "Érase una vez, en una tierra muy, muy lejana, vivía una reina con su rey... y su perro". Pero no lo haremos. No es necesario. Sólo contaremos la verdadera historia.
Un reino llamado hogar.
Bea, junto con su marido Andrés, pueden haber descubierto el arte perdido de la vida, una cosa llamada vivir. Este descubrimiento, a través del ciclismo de montaña, la construcción de senderos, el amor por la aventura y simplemente la vida pura y deliberada, han descubierto un legado olvidado y místico como el valle al que llaman hogar.
La historia transcurre como un delicado sistema de raíces en el Valle de Tena, en la mejilla sur de los Pirineos, con la ciudad de cuento de hadas de Biescas enclavada justo en el corazón. Con los encantadores pueblecitos repartidos por los Pirineos, ¿qué hace que sea tan especial? ¿Qué hizo que Bea y Andrés dejaran su vida en la ciudad y se mudaran a Biescas, sin la garantía de las comodidades convencionales como la seguridad laboral, la salud, los ingresos fijos y los helados veganos?
Andrés señala las cumbres de todo el valle. Llama a cada una por su nombre, junto con su característica más notable, como si estuviera presentando a sus propios hijos. Mientras tanto, Bea se adentra en el bosque en busca de una seta silvestre que encontró mientras limpiaba el camino unos meses antes.
Durante unos años, Bea y Andrés viajaron a Biescas todos los fines de semana desde la ciudad para disfrutar del aire fresco de la montaña. Hasta que un día decidieron no volver. "Te construiré un sendero en esta montaña, mi amor", le dijo Andrés a Bea, mientras miraba el gigantesco coloso de tierra que estaba decidido a conquistar para su reina. "¡Bueno, pues ponte a ello!", gritó de nuevo Bea, ya a medio camino de la cara del coloso.
Fue entonces que Andrés y Bea se propusieron crear el primer sendero para bicicletas de montaña de la zona. Los rumores de nuevos senderos para bicicletas de montaña en Biescas se extendieron como el polen del avellano en una fuerte brisa del sur, y los ciclistas de montaña de toda España y Francia acudieron en masa para probar la mercancía. Como resultado, la necesidad de más senderos, de un camión de transporte y de un servicio de guía recayó casi inadvertidamente en los capaces hombros de Andrés y Bea para llevarlo a cabo, y así se formó MTB Pyrenees.
Al principio, a Andrés le interesaba la adrenalina: descensos, saltos, raíces, surcos, badenes, rock 'n roll! Pero Bea estaba más intrigada por el lado místico del ciclismo de montaña: el alma del sendero. De dónde viene, a dónde te lleva y cómo todas las criaturas vivas, las plantas y los arroyos funcionan de forma omnipresente en este ecosistema increíblemente intrincado. Decidieron no interrumpir, sino participar.
Esto los llevó a emprender una trayectoria para conocer mejor los senderos históricos de la zona y descubrir algunos que llevaban siglos perdidos y olvidados. De la curiosidad a la vocación. Con cada sendero que descubrían, se recuperaba una conexión con un mundo olvidado. Los residentes generacionales de algunos de los pueblos de los alrededores se enteraron de que este matrimonio y su perro estaban abriendo antiguos senderos a su alrededor.
Empezaron a surgir historias de toda la zona sobre el papel que desempeñaron estos senderos en la historia de muchas vidas: desde tatarabuelos que caminaban durante días para ir a visitar a sus seres queridos hasta comerciantes que los utilizaban como único medio para comerciar sus mercancías. Estos senderos en el Valle de Tena, como en todos los valles circundantes, eran literalmente el alma de su gente.
Como venas, van de un pueblo a otro. Atraviesan montañas escarpadas, descienden por las laderas de las colinas hasta los bosques de piedra cubiertos de musgo, pasan por debajo de cascadas, atraviesan túneles naturales en la roca, abrazan los lechos de los ríos y los bordes de los acantilados, con un propósito palpitante.
Y entonces llega la vuelta.
La habitación tiene el tamaño de una gran furgoneta de carga. Una máquina de humo lucha con una bola disco por la atención. La música que sale de los altavoces de cada esquina te da puñetazos en el pecho, te empuja contra las cuerdas y luego te devuelve para otro round. Bea, la DJ, la directora de orquesta, no se salta el ritmo.
Pasa un tiempo infinito, irrelevante, pero Bea se mantiene firme detrás de su tornamesa. No es su primer round, pero podría ser el último. La música se desvanece, los rostros joviales parecen moverse a cámara lenta, las risas se vuelven inaudibles, los codos levantados se detienen en el aire, la línea de fondo se ralentiza, asemejándose al sonido de un latido y luego…
Silencio.
Un silencio tan denso que casi puedes tocarlo. Un lugar donde lo único que escuchas es tu propia respiración. El aire es tan fresco que puedes saborearlo. Aquí es donde Bea encuentra su verdadero ritmo. Se somete por completo a su entorno natural y cae en un estado de calma y fluidez que no necesita definición ni explicación, sino que se limita a existir de forma pura y sin complejos. Exhalando con cuidado, conscientemente.
Los senderos no sólo conectan a la gente del pueblo con su patrimonio y a los ciclistas de montaña con su huida del bullicio de la ciudad. También son el vínculo sagrado entre Bea y Andrés, una sinergia escondida en la médula de un entendimiento sin palabras. Y atan a Bea a sí misma. Su propia razón de ser.
Para el ojo inexperto, puede parecer que Bea vive en un marcado contraste. Si se mira más de cerca, queda claro que es precisamente en este contraste, en este universo paralelo, donde Bea ha encontrado el equilibrio perfecto. Y la belleza de aceptar que, a veces, girar fuera de órbita está perfectamente bien... siempre y cuando no te rompas un brazo y una pierna en dicho acto (puedes pedirle a la propia Bea que te cuente la historia en persona cuando los visites en Biescas).
Volviendo a la pregunta inicial: ¿Qué hace de Biescas un lugar tan especial? ¿Son los senderos, la historia, la comida, el paisaje, los días perfectos de nieve, los ríos cristalinos, o quizás las personas como Bea y Andrés que han descubierto su misterio y lo comparten con el mundo?
En palabras de Bea: "Ya puedo morir feliz".
Y juntos crearon senderos y vivieron felices para siempre...
FIN... hasta la próxima vez.